“El patrimonio tradicional o vernáculo construido es la expresión
fundamental de la identidad de una comunidad, de sus relaciones con el
territorio y al mismo tiempo, expresión de la diversidad cultural del mundo” (Carta del Patrimonio
Vernáculo Construido, aprobada en 1996 en Jerusalén y ratificada por la
asamblea general de ICOMOS en México, 1999)
on motivo de la exposición del artista Roberto
Landeta: La arquitectura verata. Una aproximación constructiva a través de la
acuarela, el autor me pidió que escribiera unas notas sobre esta
singular tipología de la arquitectura tradicional que es la construcción de
entramado y allá van unos trazos con la pretensión de tratar de ilustrar con
palabras la temática general de la exposición. Igualmente, como extremeño y
como estudioso del patrimonio vernáculo construido, agradezco a Roberto esta
iniciativa que contribuye a la divulgación y puesta en valor de la arquitectura
tradicional extremeña que es parte importante del Patrimonio Histórico y
Cultural de Extremadura.
En la arquitectura serrana
del norte del País Extremeño encontramos diversas tipologías de vivienda
tradicional, con una variada utilización del espacio, distribución habitacional
y elementos arquitectónicos en cada tipo, de acuerdo con la tradición cultural
de la zona y los materiales del entorno que se utilizaron en la construcción. Pero
por su significación e interés destaca una tipología: la casa de entramado.
La vivienda tradicional de
entramado dispone, normalmente, de planta baja y dos pisos superiores. Los
muros de la planta baja son de mampostería o sillares graníticos, y los niveles
superiores, de igual o diferente vuelo, están realizados con montantes de madera
rellenados de adobes o ladrillos. Este tipo de construcción, con sus variantes
y diferencias, es una arquitectura típica de los valles más abrigados del
Sistema Central y del Norte peninsular. Su aparición fue posible gracias a la
abundancia de madera en esas comarcas y por el mantenimiento de una tradición
medieval. En Extremadura la encontramos en las comarcas de la Sierra de Gata,
La Vera y en menor medida en el Valle del Jerte y el Valle del Ambroz, también
de forma aislada en la Puebla de Guadalupe.
Acerca del origen de la
arquitectura de entramado, hay autores como Luis Feduchi y Torres Balbás que
defienden su raíz, o al menos, influencias mudéjares (el arte realizado por los
musulmanes que quedaron en los territorios cristianos de la península Ibérica y
que en el caso de Extremadura abarca desde el siglo XIII hasta el siglo XVII).
En cambio otros, como el extremeño Jerónimo Lozano Apolo, catedrático de la
Universidad de Oviedo, plantea que el origen de este tipo de arquitectura
popular hay que buscarlo en la Europa central y que llegó a la península en la
Edad Media a través de los peregrinos
que venían a Santiago de Compostela.
Normalmente este tipo de
edificación presenta dos o tres niveles en altura, se reservándose la técnica
de entramado para los pisos superiores, ya que los muros de la planta baja
están construidos de rústica mampostería o de sillería. La técnica constructiva de entramado es ante
todo una obra de carpintería, cuya
labor consiste levantar el armazón completo de las plantas superiores con
madera de castaño o roble sobre los muros de piedra de la planta baja, y a
continuación colocar la cubierta del edificio. Los vanos de la estructura de
madera se rellenaban, principalmente con adobe, aunque también con ladrillo en
algunos casos; esta tarea se realizaba después de la colocación del tejado, ya
que no interviene en cuanto a estructura sino sólo para rellenar los vanos
entre montantes de madera.
Sobre los muros de granito
de la planta inferior se apoyan las soleras y vigas que sostienen los pisos
superiores del edificio. El poco peso de las estructuras superiores permite la
construcción de voladizos, consistente en hacer avanzar las paredes de los
pisos superiores sobre la planta baja. Los voladizos, apoyándose directamente
en las cabezas salientes de las vigas, amplían la superficie de los pisos
superiores. Esta prolongación de las fachadas desde el piso primero, gracias a
los salientes desde las vigas soleras, y a los tejados tendidos hacia fuera que
casi juntan sus aleros en la calle, impiden en verano la entrada estridente del
sol en las calles y en invierno protege de los aguaceros. Asimismo, las
cubiertas son de teja árabe y presentan, como se dijo anteriormente, un gran
saliente para evitar el desgaste de las paredes de adobe y para proteger las
ventanas y balcones del temporal.
La distribución interior de
la casa, en general, es la siguiente: la planta baja destinada a cuadra y
bodega que en algunos casos disponía de una puerta para acceder a un huerto en
la parte trasera del edificio; la intermedia o principal acoge las salas y
alcobas, y en el último piso estaba el «sobráo» que también acogía el hogar y
la despensa. Y para terminar, señalar que una de las características de la
vivienda de construcción entramada era la ausencia de chimenea; como el hogar
para el fuego se encontraba en la última planta, los tabiques que separaban los
distintos compartimentos del «sobráo» se levantaban a media altura sin llegar
al techo con el objeto de que el humo se esparciera por las vertientes del
tejado y saliera al exterior a través de la “tejavana”.
Y por último, señalar que
las fachadas de las casas de entramado no se pintaban de blanco como en la
actualidad aparecen muchas, sobre todo en La Vera. Esta es una “moda” que
empezó a partir de la década de 1960 y que ha desvirtuado y desvalorizado el
patrimonio histórico-cultural que representa la arquitectura de entramado en el
país de las gentes y tierras extremeñas. Las fachadas originales de las casas
de entramado dejaban a la vista los materiales de su construcción y sólo en
algunos casos se recurría a revocarlas con mortero de cal.
José Luis Martín Galindo.
Presidente de
la Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura, ARTE